Cada día en la mañana lo primero que pienso es que algo extraordinario me va a pasar ese día. Es como un juego, una rutina que adopté hace mucho tiempo atrás cuando decidí modificar mi pensamiento y dejar de dar más importancia a lo que no podía hacer, cambiar, tener o comprar y en vez de eso comenzar a poner más atención en las pequeñas cosas del día, esos detalles que sin haber sido planificados se convierten muchas veces en grandes recuerdos o al menos en el motivo de una sonrisa.
Hoy fui a pasear por el borde costero de la cuidad y me encontré con un fantástico, enorme y lujoso barco que ofrecía paseos a la “hora de oro”, la hermosa y dorada hora de la puesta de sol, con show a bordo y cena incluida.
Venían llegando los turistas en su mayoría japoneses muy bien arreglados y me alegré de ver algunas de sus caritas y brillo en los ojos ya que estaban a punto de embarcar en uno de los barcos más famosos de Honolulu. Pensé que ese había sido uno de los lindos momentos del día: ver la felicidad de otros realmente es algo que te pone muy contento también y además imaginar historias felices de esas parejas me emocionó.
Decidí disfrutar del sunset y celebrar el momento con un rico café, pero no quise pagar por un café tan costoso en esa calle así que me fui a comprar uno a un quiosco de enfrente, en vaso de papel y con una rica galleta de un dólar. En total gasté 2,25 dólares y me llevé mi café al lugar desde donde zarpó el barco bonito.
Y entonces ocurrió uno de los mejores recuerdos que tendré de este viaje…el barco se alejó y me sentí atraída por el brillo del sol en el mar, y cuando miro hacia abajo me encuentro con un verdadero acuario al aire libre, una gran vida marina con muchos pescados de colores y casi no pude creerlo cuando veo a uno de mis peces favoritos en el mundo: “KIHIKIHI” estaba ahí, en una calle normal, un paseo común antes de ir a casa, sin expectativas, con un café en un vaso de papel y una galleta de un dólar yo estaba con el corazón que me explotaba, el mejor panorama a mis pies, la sonrisa más grande de toda la isla y probablemente los ojos más brillantes que los japoneses del barco.
El café resultó ser uno de los más deliciosos que he tomado en mis viajes junto con la galleta más perfecta de todas y en ese momento probablemente fui la mujer más feliz y afortunada del mundo.
Compartí mi momento con las personas que pasaban por esa calle y por supuesto pedí que me sacaran una de las fotos más importantes de mi visita a Hawaii; la mayoría de ellos nunca se había fijado que en su vuelta a casa tenían el tremendo privilegio de poder disfrutar todos los días de este espectáculo gratis, sin embargo 2 personas me advirtieron que a unos metros de ahí siempre había un tiburón dando vueltas y que si tenía mucha suerte entonces podría verlo. Me quedé hasta la noche esperando que apareciera pero no sucedió, y entonces entendí que es verdad que las grandes cosas y los mejores momentos de la vida no se planifican ni se fuerzan, simplemente ocurren. Así como, por tener poco dinero, hoy decidí no tomar mi café en taza de vidrio, en una cafetería cómoda, a la moda y con aire acondicionado y resultó que yo estaba tomando mi café en uno de los mejores lugares de este hermoso lugar y con la mejor actitud y sonrisa.
Cosas como estas me pasan a menudo, a todos nos pasan!! no necesitas estar en Hawaii o viajar para darte cuenta que cada día hay una gran historia para ti también. Mira, huele, siente, disfruta, imagina, sonríe, ama…vive consiente cada minuto de tu día porque algo realmente grandioso está sucediendo a tu alrededor; no necesitamos ser millonarios, los pequeños detalles serán los grandes recuerdos de nuestro viaje por la vida. Y como dijo alguien por ahí:
“Espero que nunca seas tan pobre que solo tengas dinero”
Video de esta y otras historias en mi Instagram: @la_pauli_lucero